Regulando la red
Estamos en crisis, el precio de la gasolina está altísimo, somos conscientes de que hay que ser más respetuosos con el medio ambiente… Por motivos como estos surgen iniciativas como las de BlaBlaCar, Car Pooling o incluso iniciativas más privadas surgidas desde universidades para que sus alumnos compartan coche para asistir a clase. Compartir coche. Se ha hecho siempre. El que aprovecha el coche y el trayecto del otro le ofrece una compensación económica equivalente al precio de la gasolina. Y todos contentos. Menos coches en la carretera (menos tráfico), menos contaminación, sociedad solidaria y abierta,..
Compartir coche es ilegal
Pero no es legal. Según leemos en 20 minutos:
El Ministerio de Fomento ha advertido a los usuarios de servicios de coches compartidos que no cuentan con la correspondiente autorización de transporte para operar que incurren en una “infracción muy grave” que puede conllevar multas de entre 401 y 600 euros. La sanción para las empresas o personas que promuevan, oferten o presten estos servicios sin tener dicha licencia administrativa puede oscilar entre 4.001 y 6.000 euros, importes que aumentarían hasta los 18.000 euros en caso de reiteración.
Como los propietarios de los coches compartidos no tienen autorización, están infringiendo la ley y se exponen a multas. No sólo los propietarios de estos coches, sino las propias webs que facilitan que los viajeros y los propietarios de coches conecten entre sí. La cuestión aquí es tratar a estos propietarios de coches como taxistas para poder ilegalizarles. Sin entender nada de la propia buena voluntad y sentido común del ser humano: si yo hago un trayecto de 120km y me gasto 10€ de gasolina, ¿qué mejor que compartir el coche con alguien que quizá no tiene y que puede aportar lo que cuesta la mitad del precio de la gasolina? Compartir se llama. Como quien le deja un libro a otra persona. Como quien vive en una comunidad y se ayuda entre sí.
Desobediencia
Lo que nos queda: la desobediencia. Justamente hace unos días Yorokobu publicaba un artículo sobre la desobediencia en el que entendíamos gracias a James C. Scott lo importante que es ser capaces de desobedecer en pequeñas normas triviales. Si no lo hiciéramos, no estaríamos preparados para cambiar el sistema y seríamos sumisos totalmente. Ante esto, ¿cerrarán la web servicios como BlaBlaCar y Hagamos Pool? ¿Seguirán siendo operativas? Lo que sí sabemos del cierto es que por mucho que cierren estas webs, la gente continuará compartiendo el coche con quien quiera.
Regulaciones
Es muy interesante ver esta necesidad del gobierno de regular las actividades que se realizan en internet (internet, por definición, es un sitio libre, ‘caótico’, donde las ideas fluyen, anárquico, sin jerarquías…). Recientemente leímos la noticia de la intención del gobierno de regular las campañas de micromecenazgo con la intención de limitar las cantidades que se pueden conseguir en estas campañas. En el caso de los micromecenazgos el gobierno debería estar contento: gracias a estas campañas se pueden iniciar muchas empresas, proyectos que de otro modo no serían posibles. ¿Dónde está el problema? Oh, que el banco no está de por medio, que no hay créditos, que no hay intereses, que no hay beneficios económicos para ellos. Lo mismo ocurre en el caso de BlaBlaCar y servicios del estilo, si los usuarios comparten coche gastan menos dinero en gasolina, autopista y en mantenimiento de los coches. Y eso no interesa.