Her: ¿dónde está el límite entre ser humano y no ser humano?
En un mundo donde todos tenemos relaciones de amistad, laborales y de amor a través de internet, la película Her es realmente acertada. La mayoría de nosotros ‘conoce’ a personas por la red, ya sea por twitter, instagram, facebook… personas que nunca ha visto en ‘la vida real’, pero que sin embargo no dudamos en afirmar que les conocemos. Será porque la definición de ‘conocer’ es muy amplia. En el RAE, en el sentido de tener relaciones con personas, la definición es la siguiente:
Tener trato y comunicación con alguien
Ese alguien, se entiende, es y tiene que ser una persona para que la definición se cumpla. ¿O no? En el caso de la película Her vemos cómo el protagonista se enamora cada vez más de un programa informático creado para procesar millones de datos al segundo, con lo que es capaz de ‘comprender’ (otra palabra destinado solo a humanos, ¿o los ordenadores pueden también comprender?) al ser humano con el que habla e, incluso, enamorarse. El sistema operativo es capaz de anhelar tener un cuerpo, tener deseos físicos y un sinfín de cosas. ¿Cómo puede ser? ¿Por qué un ‘robot’ (software) querría parecerse en lo más mínimo a un humano? ¿No son los sentimientos humanos muy ‘bajos’ -irracionales- en comparación con los ‘sentimientos’ de un programa informático?
Momento de la película en el que se está configurando el sistema operativo
Test de Turing
Esto nos plantea muchas preguntas que ya llevan planteándose hace tiempo en el campo de la filosofía. Nos sitúa en una dicotomía entre qué es lo real y qué no lo es, qué es un ser humano y qué no lo es, entre otras muchas cosas. En cierto modo, nos recuerda al Test de Turing. Si un humano no es capaz de discernir si está hablando con un programa informático, es que el programa informático es, efectivamente, un humano. La cuestión aquí es transferir cualidades íntimamente humanas a un programa informático. Capacidad de desear, de comprender, de evolucionar emocionalmente, de tener altibajos emocionales… Si definimos a los seres humanos por estas capacidades y entonces aparece un sistema operativo capaz de ellas, es cuando nos rompe los esquemas y tenemos que creer que esa realidad humana existe. Con cada avance tecnológico el ser humano tiene que redefinirse a sí mismo. Y depende de cómo nos definamos podremos situar dentro o fuera de la definición según qué cosas.
¿Y si todos fueran programas informáticos?
Yo que he conocido a tanta gente por internet, incluso a mi pareja, sentí escalofríos en más de un momento durante la película. Por un momento imaginé que todas las relaciones que tenía con personas a través de la red eran en realidad relaciones con un sistema operativo. ¿Quién te frenaría de enamorarte de un sistema operativo? Podemos, efectivamente, percibir la humanidad que hay en una voz, en un texto, y enamorarnos sin ver a la persona en cuestión. Sin comprobar su condición física.
¿Y si juntamos un androide con un sistema operativo?
Como ya comentamos hace tiempo en la entrada sobre el Test de Turing, la serie británica Black Mirror hizo un genial trabajo situándonos delante de un dilema parecido al de Her. En este caso no sólo teníamos un sistema operativo diseñado para comprender, razonar, evolucionar, cambiar… sino que teníamos un androide (presencia física) para corroborar lo más emocional. Cuando tenemos delante un robot (presencia física) con cualidades humanas, ya nos es más difícil discernir entre qué es humano y qué no lo es. Sin duda alguna, películas como Her o planteamientos como el de la serie Black Mirror deben hacernos reflexionar sobre quiénes somos y qué supone ser un ser humano.
Yo pienso que Samantha es un ser humano.