Disconnect, una película sobre nuestros dramas en la era de las redes sociales
Hace tiempo os recomendamos algunos capítulos de Black Mirror, la serie de ciencia ficción de Channel 4. En ella podíamos ver exageraciones, metáforas y sátiras de cómo puede llegar a ser nuestro futuro. Mujeres que se quedan viudas y se enganchan a la versión androide de su marido; hombres que trabajan sin parar para conseguir monedas virtuales con las cuales comprar ítems virtuales para su avatar,… Black Mirror nos presenta un futuro desolador. De algún modo, podemos decir que nos advierte de lo que puede llegar a pasar de la misma manera que podemos entender 1984 de George Orwell no sólo como una descripción metafórica de cómo eran las cosas en la época de Orwell y cómo él veía que podían llegar a ser, sino como una descripción (profecía) de nuestro presente.
Disconnect
Hoy os queremos hablar de Disconnect. Disconnect (2012) es una película que trata de situaciones comunes y problemas clásicos en la historia de la humanidad desde una perspectiva realmente moderna. Reconoceremos dramas como el de personas separadas por ser de diferentes mundos y de diferentes edades, personas que creen que están solas y que no cuentan con el apoyo de nadie y deciden abandonar este mundo, padres demasiado ocupados trabajando -totalmente enganchados a su móvil- como para atender a su familia, parejas que no pueden hablarse después de haber sufrido un shock y que buscan apoyo en otras personas, compañeros de clase que se ríen de otros compañeros,…
Disconnect trata sobre dramas que todos hemos podido vivir en un momento de nuestras vidas, dramas que podemos reconocer porque nuestros familiares y amigos los han podido vivir - y nos cuenta estas historias utilizando herramientas narrativas de la actualidad: internet, el iPad, Facebook. Son elementos que conforman nuestras vidas, que las moldean en cierto modo, que hacen que seamos más débiles, más frágiles y más fuertes en otros sentidos. Forman ya parte de nuestras vidas. Parejas que se conocieron hace más de una década por internet, familias que se comunican por Whatsapp, compañeros de clase que viralizan fotografías de otros compañeros a través de Facebook. Ya no podemos escapar de esta realidad que hemos ido confeccionando -y quizá obviando reflexiones necesarias- a lo largo de estos últimos años a través de la tecnología. Nuestros dramas ocurren ahora no solo por los canales «normales», de toda la vida, ahora también ocurren a través de nuevos canales tecnológicos de más alcance, más rápidez y más efectividad (comparemos la carta postal con el Whatsapp, por ejemplo). Con todo lo que eso conlleva.
Vivimos en el software
Nuestra vida pasa por el software. Como ya hemos dicho en este blog alguna vez, no nos damos cuenta pero la mayoría de cosas que confeccionan nuestras vidas pasan por el software. El software es solo un intermediario, pero está ahí, presente. Latente. Hacemos las cosas que siempre hacíamos: comunicarnos, dormir, comer, interesarnos por nuestros amigos, por nuestras aficiones, por nuestros objetivos, por nuestros estudios, nuestros trabajos,… pero lo hacemos de una manera diferente. Lo hacemos a través de Whatsapp, de Facebook, de internet, de apps para nuestros dispositivos móviles. Por eso no podemos obviar el software y cómo este está modificando nuestras vidas.